Podríamos discutir años sobre el papel humanizador que ha tenido siempre la libre circulación de ideas, de la creación, y que ha sido lo que más han temido siempre los poderosos, porque generaba crítica, nueva creación, más cultura, conciencia... Sería huero y, como además no dejaríamos de repetir sabias palabras de quienes antes reflexionaron sobre lo mismo, seguro que violábamos uno o dos puntos de esas leyes que han convertido a la distribución de ideas en un perverso negocio. Que es negocio, queda claro. Que es perverso, también. Por más que todos los partidos políticos estén de una forma u otra a favor de penalizar la cultura digital, poniendo un canon a todo lo que pueda almacenar un mísero bit.
22-03-2007 - Por Javier Armentia en Noticias de Navarra No va a haber forma de caminar sobre los hombros de los gigantes que nos precedieron si no es uno rico y tiene dinero. Que es una forma de usar la ley para hacer la cultura más elitista (tanto tienes, tanto podrás saber, es lo que promueven) y, de paso, avanzar un poco más en el proceso de aculturación, verdadero programa básico que lleva perpetrándose desde hace años. Ya dijimos por aquí que, con idéntica razón (es decir, ninguna), a la hora de cargar el canon "digital" al precio que cuesta un disco duro, un reproductor de mp3, cualquier dispositivo que almacene datos, se debería poner un canon al papel, incluso al de las facturas, e incluso el papel de váter. Cualquiera podría estar tentado de escribir en ellos un verso con copyright . Ahora habrá que pagar por sacar un libro de la biblioteca, porque esa mirada supone una amenaza a unos presuntos derechos de autor, y si lo hiciéramos silbando la última canción que escuchamos por la radio, lo mismo nos llega un agente reclamando también su parte del pastel. Ver la tele, no pensar, sentarse y aguantarse sin decir ni mú, eso queda aún gratis. Aunque será mejor no darles ideas
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