Conocí a Ana María Méndez hará cosa de un par de tres años, cuando coincidimos en un programa de la emisora barcelonesa de Radio Intercontinental hablando del canon. Bueno, en realidad ella hablaba del canon; yo había sido llamado para explayarme sobre las bondades del software libre, como cada segundo o tercer martes de cada mes, según le diera. Pero, naturalmente, aprovechando el buen viento, yo entré también con entusiasmo en el tema del canon, por aquello tan cervantino de arremetelle por todos lados.
Ana María me impresionó; tanto que, tan pronto salí de la emisora, me faltaron dedos para llamar a Víctor Domingo: «Tienes que conocer a esa tía y tendrías que ver la que está montando. Y tendríamos que prestarle nuestro apoyo, no individual, sino como entidad». Víctor me dijo que sí inmediatamente. Poco después, la conoció personalmente y también quedó muy impresionado.
Y es que hay que ver a Ana María: es una mujercita menuda, de voz muy suave y de gesto tímido. Se la ve poca cosa, así, al pronto. Quizá por eso engañó a la $GAE. Es pequeñita… como un áspid.
Porque esa señora menudita, de voz muy suave y de gesto tímido, tiene un par de pelotas que no le pasan por la puerta, pero en la $GAE no se las supieron ver (estarían con la vista puesta en las cuentas, que Santa Lucía les conserve la oreja porque, ya, otra cosa…). Le reclamaron 60.000 eurazos por canon impagado de material vendido en la tienda de su madre, «Traxtore», y de nada sirvieron sus alegaciones respecto a que ella había comprado el material objeto de reclamación antes del pacto ominoso entre $GAE y ASIMELEC. Aunque el pacto estipulaba que el material en stock al momento de la firma quedaría fuera de dicho pacto y pese a que ASIMELEC aseguró a Ana María que dicho material procedía de stock anterior -cosa que después se negó a certificar- la $GAE le cayó encima como el huracán de Birmania.
Ella quiso negociar, y sí, bueno, alguna rebajita consiguió, pero algo le pasó, algo la sublevó y, en definitiva, resolvió que no, que no le daba la gana, que a tomar por saco, y hasta las tumbas se abrieron gritando ¡venganza y guerra!
Los de la $GAE van de sobrados. Todavía van así hoy, y mira que les ha llovido. Pero no aprenden. Menospreciaron a la Asociación de Internautas cuando éramos cuatro y sin cabo; menospreciaron, después, al conjunto de internautas españoles -de dentro y de fuera de la AI- sabiéndose dueños de un poder omnímodo con mando en Moncloa cuya procedencia real es aún un misterio. Y, por supuesto, menospreciaron a Ana María Méndez. Ese real de queso, vaya por Dios…
Y Ana María Méndez se les ha atragantado, pero bien. Empezó por el principio, por supuesto, resistiéndose judicialmente a la imposición del diezmo; pero no se conformó con eso: empezó a tocar teclas y levantó, en poquísimas semanas, una asociación a nivel nacional de pequeños y medianos comerciantes de electrónica afectados por la $GAE dichosa o susceptibles de verse afectados el día menos pensado (APEMIT). Y no hay movida anti-$GAE en la que no participara… o que no organizara. Ayudó a dar alas a VACHE, la asociación de hosteleros andaluces víctimas de la $GAE, promovió actos anti-$GAE, apoyó las iniciativas de Luis Cobo Manglis, socio crítico de la Innombrable a la que reclama diversas falcatrúas con fondos sociales, la lucha de «Taller de Músics» y de tantas otras escuelas de música contra el túmulo egipcio -y más bien funerario- que la $GAE está montando en Valencia… la intemerata.
La de ahora ha sido muy buena, un éxito bueno, bueno, de los gordos. De los que hacen daño de veras.
El caso «Traxtore» se perdió en primera instancia. Ya es habitual que los pleitos contra la $GAE se pierdan en primera instancia… Bueno, ojo, va siendo ya menos habitual, las cosas como son; parece que los jueces más jóvenes -o más progresistas… o de criterio más independiente- se van poniendo las pilas y, aunque todavía pocas, ya se van cosechando en primera instancia sentencias curiosonas. Sus jóvenes señorías parecen especialmente sensibles a cosas como el copyleft y otros detalles. Bueno, el caso, a lo que íbamos, es que Ana María recurrió su sentencia ante la Audiencia Provincial de Barcelona y ésta ha estimado la solicitud de que se dirija una consulta al Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre el alcance del canon por copia privada porque a los jueces se les plantean dudas sobre su equidad al recaer tan berroqueño impuesto privado sobre elementos digitales de uso profesional y de otros usos que no constituyen ejercicio alguno del derecho a copia privada y que, por lo tanto, sufren una notoria injusticia pagando canon. Mientras tanto, todos los litigios que tengan como objeto el canon dichoso quedan en suspenso hasta que el TJUE se pronuncie.
Es bueno recordar que el TJUE ya tuvo que pronunciarse sobre una pretensión de Promusicae para que Telefónica fuera obligada a hacerle de confite soplándole la identidad de los que se bajan cosas de las redes P2P. Esa pretensión liberticida fue rechazada de plano. A ver ahora qué sucede con la consulta de la Audiencia de Barcelona sobre el canon. Y conviene no olvidar que el Tribunal Supremo también está deshojando la margarita sobre si consultar también a la Unión sobre el alcance de la directiva que dio lugar a la LSSI para resolver el pleito que sostiene la $GAE contra la Asociación de Internautas, tras un informe del fiscal del que se deducía que no veía nada clara la sujección a derecho de los fundamentos de las sentencias condenatorias que obtuvimos en primera instancia y en la Audiencia Provincial de Madrid.
De paso, tantas consultas, tantas dudas por parte de los jueces, deberían ser consideradas por el Gobierno como una clara señal de lo muy chapucero que es aplicando derecho europeo, cuando a la hora de elaborar la normativa española derivada de éste se cuadra ante los dictados de la $GAE y de sus congéneres. De paso, ahí tendrán otro motivo para seguir dejando en suspenso el decreto sobre el canon, que ya va pareciendo la Sagrada Familia y que lleva nada menos que quince meses de exceso sobre el plazo máximo marcado por la ley. Mejor dicho, otro motivo, no: el primer motivo verdaderamente justificado; está claro que ahora sí que no se puede poner en marcha el decreto del canon, a riesgo de que el Tribunal europeo se lo cargue por la base. Lo que se echa de menos, en tal caso, es que se siga permitiendo que se perciba canon digital alguno -pactado o no con ASIMELEC- porque buena parte del mismo podría estar percibiéndose indebidamente en claro perjuicio del común de la ciudadanía.
Veremos que pasa al final -faltan, probablemente, meses para que haya respuesta- pero esta es, verdaderamente, gorda, gorda de verdad.
Alguien, en alguna parte de la $GAE, tiene que maldecir mil veces el momento en que cometió la torpeza de no dejar tranquila a una pequeña gran mujer como Ana María Méndez. Y que vayan con cuidado: a saber cuántas anamarías habrá por ahí sin que sepamos que existen, sin que ellas mismas sepan que lo son, porque todavía no les han tocado el nervio. Pero la $GAE ya sabe ahora que el más apetitoso tarro de mermelada puede esconder un escorpión tremendo. Al otro lado del mostrador de la más humilde mercería, puede estar, tímida, callada, sencilla e ignota, un pedazo de mujer capaz de causar graves disgustos a unos cuantos que debieran empezar a plantearse si su invulnerabilidad política y judicial no estará empezando a ser, como todo lo demás en ellos, cosa del pasado.
Y créeme, Teddy, ayuda no le va a faltar. A ninguna anamaría.copio y pego